Leyendo a mi buen amigo Albert Sangrá en el blog Traspasando la línea, me llevó, en su último post, a un estudio de Debbie Cochrane, del Institute for College Access and Success en el que se cuestionaba el por qué algunos gobiernos e instituciones apoyan o promueven modalidades educativas no presenciales, en línea, a distancia. Evidentemente se trata de decisiones de política educativa o institucional el acometer cambios, reformas, innovaciones que apuesten por reconversiones tan drásticas como la que supone prescindir de la relación sistemática y periódica en formato presencial de los docentes con los estudiantes y de éstos entre sí.
¿Qué razones pueden llevar a la toma de ese tipo de decisiones?, ¿a qué dificultad o problema se pretende dar respuesta al implementar estas modalidades educativas? Cochrane, recogido por Sangrá, señala las posibles siguientes respuestas:
- Conseguir que se consideren matriculados más estudiantes para así disminuir la tasa de los que quedan fuera de la educación superior.
- Conseguir superar algunas asignaturas que se convierten en cuellos de botella en determinadas titulaciones y/o instituciones.
- Proveer educación a un coste menor.
- Llegar a los estudiantes del siglo XXI de una forma a la que ellos están más acostumbrados.
La indicada autora entiende que, en efecto,...
"Conseguir que se consideren matriculados más estudiantes " es una muletilla bastante usada junto a la famosa de "inclusión" que se encuentran presentes en numerosas opiniones, y frente a resultados educativos cada vez más hambrientos de convocar a un debate serio.
ResponderEliminarEs como si quisiéramos exculparnos de algunas deudas que tenemos con la sociedad del conocimiento. O como si omitiéramos analizar nuestra responsabilidad de docentes como actores sociales o la de los que tienen en sus manos gestionar las políticas públicas en materia de educación.
Pero inscribir más alumnos, si bien es significativo para el crecimiento de la población tanto en la educación permanente como virtual, no excluye un análisis crítico de lo que está pasando en la educación actual, empezando por evaluar los resultados de las pruebas recientes, y aquellos indicadores que nos reflejan nuevas situaciones que deben ser abordadas para el mejoramiento de todo el sistema.
Es decir, no excluye asimilar los retos de la educación en su más extenso sentido de la palabra; y la necesidad de eficiencia y eficacia en la puesta en marcha de todo el sistema (el cual nos devuelve últimamente magros resultados de los objetivos logrados).
La capacitación de los docentes a distancia debe ser un objetivo que cohabite con la debida formación del docente presencial. De otro modo, seguiremos en una discusión meramente retórica de educación a distancia-educación presencial, tal como lo hacíamos en los primeros tiempos en que teníamos que luchar con los detractores de las innovaciones, de la E a D y de la ayuda de las TICs.
Sería como replica esa cómica situación de los perros que dan vuelta mordiéndose la propia cola, ignorando que les pertenece.
Porque, en definitiva, como lo llevamos diciendo desde hace tantos años, el río que debemos cruzar es el de la EDUCACIÓN EN SI MISMA, no importando el puente que crucemos, sea de la educación que por años llamamos “formal” o del de la educación a distancia. Ese puente se ha ensanchado con los años mucho, y tiene un tránsito pesado y continuo. Echarle la culpa al puente de la mejor o peor carga que lleven sus transeúntes para mantenerlo estable, sería un despropósito.
Inspirada – como siempre – en los siempre valorados escritos de Lorenzo, en mi último libro sobre la relación tutor – alumno, propongo yo también pautas a tener en cuenta (en este caso, para asegurar la comunicación y el feed back esperado) las cuales no podrían ser coherentes y viables si partimos de una situación de deficiente inmunidad en materia estricta de educación per se.
En conclusión, creo que entre los desafíos actuales, está el sinceramiento y abordaje analítico para lograr nuevas soluciones dentro del marco de la eficiencia y la eficacia educativa y a partir del abordaje de toda la batería de indicadores que está a nuestra disposición y que nos está demostrando que algo está pasando en nosotros y en la educación de nuestros países.
Con el debido respeto, me atrevo a inferir, que recién después de ello, de debatir desde una intensa mirada retrospectiva y de un planeamiento prospectivo de nuevas necesidades en el mapa educativo, tendremos derecho a evaluar si el puente de la E a D está bien o mal calculado por nuestros ingenieros o si las características de los transeúntes que lo abordan son deplorables o no, ante la mirada de eventuales ministros de educación en función de jueces superiores. Seguramente de ese ejercicio, pueden salir jugosos aprendizajes para todos.
Lic. María Isabel Cabezudo Sánchez de Rebaud
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