Al blended learning, por tanto, bien está que a nivel de denominación lo consideráramos como nuevo, pero no así a nivel de innovación educativa radical y estructural, como ya indiqué en la entrada anterior. Textos, gráficos, voz, audio, animaciones, vídeo…, se vienen utilizando desde hace muchos años tanto en los formatos presenciales como en los propios de la educación a distancia más convencional. Cuando estas formas de comunicación didáctica fuimos capaces de plasmarlas, todas ellas, en soportes digitales, e igualmente tuvimos la posibilidad de transmitir, recuperar, almacenar y reproducir la información mediante las correspondientes redes digitales y los oportunos sistemas de codificación y descodificación y almacenamiento, es cuando dimos el verdadero salto tanto cualitativo como cuantitativo en la comunicación educativa.
Entonces, ¿desde dónde nació el llamado blended learning? Pues, aunque pudiera parecer lo contrario, el blended learning ha sido una evolución, más que desde el e-learning, desde los procesos presenciales de formación en la empresa a los que después se sumaron instituciones educativas tradicionalmente presenciales, buena parte de ellas, universitarias. Tanto unos como otros, en sus inicios probablemente, al adoptar en su momento esta modalidad con ese nombre lo hicieron por alguna de estas razones:
- Procurar, sinceramente, superar los vicios y deficiencias que acumulaba la enseñanza presencial, mediante el aporte de las tecnologías.
- Pretender un aggiornamiento introduciendo tecnologías, pero sin perder el “prestigio” alcanzado como institución presencial.
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