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viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Educación a distancia con lecciones magistrales?

image047En un post anterior criticaba el método de la lección magistral como estrategia docente habitual en nuestras aulas universitarias, más allá de valorar algunas de sus hipotéticas ventajas cuando se imparte bien y por docentes competentes en esa metodología. Pero, claro, para una lección magistral considerada como tal, se precisa de un docente, de un espacio y de los que acuden a escuchar (participar) tal lección. Pero, ¿qué sucede cuando se prescinde de esa relación presencial docente-estudiantes?

Muchos de aquellos que atacaban la lección magistral y se fueron subiendo al carro de lo nuevo, porque ya no se hacía preciso hablar en directo para 50-100 alumnos a la vez, vinieron a reproducir los vicios criticados de las artes propias de una mala lección magistral en formato presencial, mostrando un texto monocorde (aunque dentro del mismo existiese excelente contenido), monocolor y con un enfoque escasamente pedagógico y, por tanto, de dificultosa aprehensión por parte del lector.

De ahí surgió el que muchos teóricos de la educación a distancia nos esforzáramos por trabajar, con el fin de no calcar los vicios criticados de aquellas negativas lecciones magistrales presenciales.

Por tanto, se era consciente (al menos yo lo era) de que una buena lección magistral podría tener efectos positivos en el aprendizaje de los estudiantes. Así, quienes estudiamos estos temas, desde la literatura científica de carácter psicopedagógico, deseábamos trasladar a los materiales didácticos para la EaD esas técnicas que valorábamos en ese excelente profesor que impartía magníficas lecciones magistrales.

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