miércoles, 3 de diciembre de 2025

Educación como bien público, equitativa e inclusiva

Los pasados 20-22 de octubre de 2025 se celebró en la sede de la UNAM de México el XXI Encuentro Internacional de la Asociación Iberoamericana de Educación Superior a Distancia (AIESAD). Además del acto de entrega del Premio García Aretio a la Trayectoria de vida Profesional ligada a la EaD, fui invitado a otras dos intervenciones. a) participación en el Foro Educación como bien público, equitativa e inclusiva, y b) impartición de la Conferencia Magistral: La nueva EaD: materializando la promesa de “mejor educación para más”. Por una parte, en el mismo acto y, posteriormente, me han llegado solicitudes de si dispongo del texto de ambas intervenciones. Pues bien, en dos entradas sucesivas de este Blog, insertaré, tanto el texto de esas intervenciones como el vídeo de cada ocasión. Vamos ahora con el Foro. Este texto ha sido rehecho desde la propia visualización del vídeo (que tienen debajo) de mi intervención.



Educación como bien público, equitativa e inclusiva


Muy buenos días.

Quisiera comenzar proponiendo una pequeña pero significativa ampliación del título de este foro. No basta con hablar de una educación como bien público, equitativa e inclusiva; necesitamos añadir una palabra que lo vertebra todo: educación como bien público, equitativa, inclusiva y de CALIDAD.


Por tanto, estas son las cinco ideas-faro que guiarán mi reflexión: educación, bien público, equidad, inclusión y calidad.

1. Educación


Cuando hablamos de educación, conviene recordar que, mirando a un estudiante, educar sería que lograse al final de proceso aprendizajes valiosos; y, para una institución o un sistema, educar significría lograr esos aprendizajes valiosos para todos.


Esos aprendizajes valiosos “para todos” es, quizá, el mayor desafío de nuestro tiempo. Porque no se trata sólo de enseñar a más, sino de asegurar que cada persona pueda aprender de manera significativa, pertinente y transformadora, independientemente de sus circunstancias.

2. Bien público


La educación, como el agua o la luz, debe considerarse un bien público esencial.


Los bienes públicos se garantizan, no se racionan; no pueden depender de la renta, la distancia o los horarios laborales. Si aceptamos que la educación es un bien público, debemos reconocer que no puede quedar condicionada por la geografía, la economía o el tiempo disponible de las personas.

Cuando una universidad organiza su docencia pensando en un estudiante estándar, ¿a quién deja fuera?
A una mayoría silenciosa: a quien trabaja, a quien cuida, a quien vive lejos, a quien tiene una discapacidad, a quien ha migrado o, simplemente, a quien aprende a otro ritmo.

Y aquí surge una pregunta clave: ¿por qué la educación a distancia responde especialmente a este reto?
Porque, si queremos llegar a más, debemos pasar del aula como lugar —ese “aquí y ahora”— al aprendizaje como infraestructura pública, accesible, continua, distribuida, como la electricidad o el agua.

En ese sentido, la educación a distancia no es un plan B, ni una alternativa temporal; es el sistema circulatorio de la educación pública moderna, los cables que permiten que el conocimiento fluya sin fronteras de espacio ni de tiempo.

3. Equidad


La equidad no consiste en dar lo mismo a todos, sino en ofrecer más a quien más lo necesita. Significa proporcionar lo que cada persona requiere para alcanzar resultados equivalentes en valor, en aprendizajes verdaderamente significativos.


La equidad no se mide por cuántos están conectados, sino por cuántos logran aprendizajes valiosos y sostenibles.

En este camino, la educación a distancia ayuda a derribar varias barreras:

  • La del tiempo: permite una asincronía responsable y una sincronía selectiva.
  • La del espacio: ofrece acceso ubicuo, desde cualquier dispositivo, a un campus distribuido.
  • La de las trayectorias formativas rígidas: favorece rutas flexibles, microcredenciales, y el reconocimiento de aprendizajes previos.

Porque, si para obtener un título universitario hay que estar sentado un lunes a las 12:00 en un aula concreta, con un profesor determinado, ya no hablamos de mérito, hablamos de privilegio.


La equidad, en cambio, busca que el mérito sea posible desde cualquier lugar, en cualquier momento, con el apoyo necesario.

4. Inclusión


La inclusión no consiste en invitar a entrar en un sistema diseñado para otros, sino en diseñar desde el origen un sistema que refleje la diversidad real de nuestros estudiantes.


El Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) nos recuerda que existen múltiples formas de acceder, procesar y demostrar el conocimiento: mediante subtítulos, transcripciones, contraste visual, navegación clara y accesible.

Pero la inclusión no es solo tecnológica:
  • es también humana;
  • es tutoría y comunidad, por ejemplo, foros con propósito, retroalimentación ágil, presencia docente cercana; 
  • es acompañamiento y personalización. 
En la educación a distancia no debe haber soledad. Y, si la hay, es un problema de diseño, no de modalidad.

La analítica del aprendizaje puede ayudarnos, no para vigilar, sino para detectar a tiempo, comprender y acompañar mejor.

5. Calidad


Llegamos así a la quinta idea-faro: la calidad.


Hablamos de lograr una educación a distancia y digital intencionada, sistemática y exigente, sustentada en cuatro claves:

  1. Diseño intencional, que vaya más allá de subir PDFs a una plataforma.
  2. Ciclo de mejora continua, midiendo lo que importa y reajustando según la evidencia.
  3. Profesionalización docente, con tiempo institucional para diseñar, tutorizar y evaluar; con equipos que integren especialistas en contenidos, tecnología, pedagogía, accesibilidad y análisis de datos.
  4. Tecnología con sentido pedagógico, donde la inteligencia artificial sea un apoyo, nunca un sustituto de la responsabilidad académica.

Porque más plataformas no significan mejor educación; sin embargo mejor diseño y mejor acompañamiento, sí.


6. Destruyendo mitos


Conviene también desarmar algunos mitos persistentes.

  • “La educación a distancia es de menor calidad.”
    No: menor calidad es la improvisación. Con diseño pedagógico, rúbricas claras y uso responsable de datos, la educación a distancia eleva los estándares.
  • “El estudiante está solo.”
    No: la soledad es mala docencia, no modalidad. La EaD bien diseñada genera comunidades de aprendizaje intencionales y vivas.
  • “En la EaD hay más fraude o engaño.”
    No necesariamente: con evaluaciones auténticas, trazabilidad y breves defensas orales, se reducen trampas más eficazmente que con la vigilancia masiva.
  • “La IA sustituirá al profesor.”
    No: la inteligencia artificial amplifica, pero no reemplaza la responsabilidad educadora. La IA puede asistir, nunca sustituir el juicio ético y pedagógico del docente.

7. Llamada a la acción


Quisiera concluir con una llamada al compromiso.


Les propongo que cada uno, desde su posición, trabaje por los principios que dan nombre a este foro: bien público, equidad, inclusión y calidad. Pero no por moda, sino por justicia educativa y social.

Pero la cuestión es que si la educación a distancia universitaria no está en el centro de la estrategia institucional,

  • difícilmente la educación será un verdadero bien público,
  • difícilmente alcanzaremos la equidad,
  • y no habrá inclusión real.

La accesibilidad para más, la equidad con calidad y el aprendizaje a lo largo de la vida pasan por la educación a distancia o, si se prefiere, por una educación híbrida bien diseñada, con estándares, acompañamiento y sentido pedagógico.


No les quepa duda, la educación a distancia es la infraestructura pública del aprendizaje en sociedades diversas. Una infraestructura que conecta personas, instituciones y sueños.

Y cuando esa red se construye con calidad, inclusión y equidad, entonces sí podremos decir que ofrecemos una mejor educación para más.

Muchas gracias.


Va el vídeo de mi intervención en este Foro

 

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