En una entrada anterior de este mismo blog titulada "Los orígenes metodológicos de la UNED. Reconocimiento al Prof. J. Sarramona" les informaba de los destacados actos que tuvieron lugar el pasado 18 de enero en la Facultad de Educación de la UNED
. Uno de esos actos más destacados fue, precisamente, la celebración de una mesa redonda precisamente en torno a esos inicios históricos de esta Universidad hace 40 años. La mesa redonda se circunscribió a aquellos aspectos de carácter metodológico que pusieron las bases de aquella universidad rompedora para aquella época.
Me voy a permitir ofrecerles entradas o posts en este blog con el texto escrito de los protagonistas principales de la mesa. Recordarán que la mesa estuvo presidida por el Rector de la UNED, Dr. Juan Gimeno y la componíamos el Dr. Faustino Fernández Miranda, en representación de aquellos primeros docentes que asumieron esos principios metodológicos, el Dr. Manuel J. García Garrido, primer Rector de esta Universidad que impulsó su nacimiento y estructura, el Dr. Jaume Sarramona, de la Universidad Autónoma de Barcelona, autor y asesor técnico de los primeros pasos de carácter metodológico que conformaron la UNED durante bastantes años, y yo mismo (Dr. Lorenzo García Aretio) que presenté la mesa, justifiqué el acto así como el reconocimiento que se haría en el mismo al Dr. Sarramona.
Pues bien, estas entradas que voy a presentar en este blog harán referencia a los textos y esquemas que sirvieron de base a las intervenciones de los protagonistas de la mesa. En el citado post anterior, tienen ustedes un enlace a un vídeo con todas las intervenciones íntegras de cada uno de los miembros. Podrán comprobar que en cada uno de los tres casos, la intervención escrita no coincide con la oral, como en tantos casos en los que al hilo del texto se improvisa con otras aportaciones. Empezamos hoy con la intervención del Dr. Faustino Fernández Miranda.
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Escribe el Dr. Faustino Fernández Miranda
Profesor Titular de la Facultad de CC. Políticas y Sociología (UNED)
Exmo Sr. Rector, Ilmo Sr. Decano en funciones, Ilmo Sr. Decano in pectore, Doctor Sarramona, compañeros de la Facultad de Educación, señoras y señores:
Antes de entrar en el tema que nos ocupa, quiero felicitar a la Facultad de Educación por estas nuevas instalaciones, más acordes con la dignidad y significado de sus enseñanzas para el conjunto de la Universidad. Desconozco los distintos avatares, negociaciones y acuerdos que llevó al Consejo de Gobierno a adjudicar este edificio a esta Facultad, pero ello me ha hecho reflexionar sobre que, si bien los bienes materiales, las cosas, no poseen vocación de destino, este lugar en el que nos encontramos posee desde sus orígenes una clara vocación de llamada hacia el área de los saberes en el ámbito de la educación y, en concreto, en el de la investigación educativa. En su inauguración albergó el Centro Nacional de Investigación para el Desarrollo de la Educación (CENIDE,); en un segundo momento se destinó al recién creado Instituto Nacional de Ciencias de la Educación (INCIE). Más adelante se adjudicó al Consejo de Universidades previsto en la LRU, ésta es la excepción, y, por fin, pasó a la UNED y dentro de ésta, ¡cómo no, con esos antecedentes! a nuestra querida Facultad de Educación:
Ubicunque sit res, pro domino suo clamat o, lo que es lo mismo, “donde quiera que se encuentre una cosa, clama por su dueño”.
Lamento no haberme acordado a tiempo de este argumento, pues lo hubiera puesto en conocimiento del Decano García Aretio en el momento de las negociaciones para la adjudicación. Enhorabuena.
Mi asistencia a este acto se debe a la generosidad del Dr. García Aretio, que quizás se acordó de mi persona por haber participado en la etapa fundacional de ésta, nuestra querida Universidad. Por ello considero que es imprescindible la presencia del Dr. García Garrido, como voz de máxima autoridad para poner en valor los méritos del Dr. Sarramona. Porque él fue su primer Rector e impulsor decidido y determinante de la idea, pergeñada en la entonces vigente Ley General de Educación, de creación de un centro de estudios superiores a distancia. Me atrevo a decir que sin su actuación resuelta y audaz, luchando contra obstáculos de toda índole, aquella idea se hubiera convertido en una quimera, cuya realización efectiva no pasaría de ser una utopía de muy corto alcance, como lo había sido el primer intento fallido de la UNILAD. La UNED que hoy contemplamos es el resultado de aquel impulso inicial, en el que nuestro modelo educativo quedó lo suficientemente definido,y a ello es necesario añadir la suma de innumerables esfuerzos y dedicación de otros Rectores, profesores y personal de administración y servicios, que sucedieron a Don Manuel en el desarrollo y expansión de la idea fundacional.
Si alguna explicación, que no justificación, tiene mi presencia aquí y lo único que me legitima para dirigirles la palabra, es el haber sido el redactor de las Unidades Didácticas de la asignatura Derecho Constitucional, correspondiente al primer curso de la Licenciatura en Derecho, Facultad que, junto a la de Filosofía y Letras, constituyeron los estudios ofertados en el primer año de funcionamiento de la UNED.
En tal condición me incorporé a la recién creada UNED – en agosto de 1972- en octubre de ese mismo año, junto a los profesores don Joaquín Tomás Villarroya y don Manuel Gonzalo González. Recuerdo las dudas que tuvimos al firmar el contrato, pues la tarea a realizar no era sencilla: se trataba de tener disponible el material didáctico para iniciar el curso en enero de 1973; el único respiro era que dicho material no se entregaría como un todo único, sino en seis veces, editándose por separado y distribuyéndose a lo largo y en cada uno de los seis primeros meses de dicho año.
Y es aquí en donde entra nuestro querido y respetado homenajeado, el Dr. Sarramona, autor del diseño pedagógico del material didáctico que debíamos elaborar. He de decir, en honor a la verdad, que el proyecto didáctico presentado por el Dr. Sarramona fue un elemento de tranquilidad y sosiego al afrontar la tarea docente a la que nos habíamos comprometido por contrato. Y fue así por la claridad y sensatez del plan de trabajo que nos propuso.
A este respecto considero sumamente importante que se tenga en cuenta que ninguno de los diez equipos docentes, que yo sepa, habíamos tenido contacto alguno con la enseñanza universitaria a distancia, pues todos procedíamos de la Universidad presencial (entonces decíamos, de modo indistinto, Universidad tradicional o convencional); y tampoco creo que, en el mundo en que vivíamos, el que iba a ser el destinatario de la nueva enseñanza, nuestros futuros estudiantes, conocieran esas técnicas de aprendizaje.
El proyecto era un todo en sí, abordando las distintas problemáticas que planteaba la distancia. La primera parte, que urgía de forma especial, eran los materiales escritos que, a través del correo ordinario, se enviarían a los alumnos y que recibían el nombre de Unidades Didácticas. El diseño era idéntico para todas las asignaturas de las dos licenciaturas que se iniciaban: todas las materias eran anuales y su contenido debía dividirse en seis Unidades Didácticas, cada una de ellas dividida entre cinco y seis temas. A su vez, a parte de un programa previo y unas instrucciones generales para el estudio de cada asignatura, en donde necesariamente debería figurar la bibliografía obligatoria –preferentemente un máximo de dos Manuales existentes en el mercado-, cada tema disponía de las instrucciones concretas para su estudio, un esquema-resumen de su contenido, un apartado de explicaciones complementarias, aclaratorias de los conceptos de difícil comprensión en el Manual recomendado, y unas pruebas de autocomprobación, con sus correspondientes respuestas
A este primer bloque de contenidos, se añadía una segunda parte dedicada a las evaluaciones. La primera de ellas continua y a distancia y, la segunda, presencial. La primera, que era necesario elaborar, iba impresa en un cuadernillo a parte, y se le entregaba al alumno conjuntamente con cada Unidad Didáctica; debían contener obligatoriamente una batería de pruebas objetivas con un número obligatorio de preguntas y variable –según el profesor- de pruebas de ensayo o de desarrollo. El alumno estaba obligado a cumplimentar el cuadernillo de evaluación a distancia para tener acceso a las pruebas presenciales, que eran las que determinaban la nota definitiva y, en su caso, la superación de la asignatura.
A pesar de la aparente rigidez que caracterizaba el sistema propuesto, en su aplicación concreta se flexibilizó, debido a la interpretación pegada a la realidad, de que hizo gala el Dr. Sarramona. De ello soy testigo directo, pues el al redactar el material correspondiente a nuestra asignatura, al equipo se nos planteó un problema: en aquellos momentos políticos -1972-, no existía en el mercado editorial español un Manual que aclarara los contenidos propios del Derecho Constitucional; lo único de que se podía disponer era dos Manuales referidos al sistema político francés e italiano. Por ello, pensando fundamentalmente en los futuros alumnos, se consideró que, respetando el esquema didáctico, se debía invertir el sentido de las explicaciones complementarias, haciéndolas autosuficientes y pasando, en consecuencia, los Manuales aludidos a ser complementarios de aquellas. El Dr. Sarramona no opuso obstáculos a la pretensión del equipo docente, con la advertencia de verificar el resultado al finalizar el curso. La experiencia fue positiva y no alteró de ningún modo los estudios de aquella primera promoción. Y he de decir, en honor de la UNED, que aquellas Unidades Didácticas de Derecho Constitucional que recogían los conceptos claves de la democracia occidental, preterida y olvidada en España, se convirtió en el libro de cabecera de profesores, opositores y, pocos años más tarde, de más de un Diputado en las Cortes elegidas en 1978.
Simultáneamente y en el curso 1973 se inició la creación de Centros Asociados y dieron comienzo las emisiones radiofónicas y la grabación de cassettes complementarias del material escrito también diseñadas inicialmente por el Dr. Sarramona.
En el mes de mayo de dicho año 73 se realizaron las primeras pruebas presenciales y, a excepción de aquellos territorios que ya disponían de Centros Asociados –Pontevedra, Las Palmas y Pamplona, Cádiz, Cervera y Madrid- tuvieron lugar en locales habilitados por las Direcciones Provinciales de Educación.
En los meses de agosto y septiembre, y en dos tandas, se procedió a reunir a los alumnos de toda España en los Centros Asociados de Las Palmas, Cervera, Pontevedra y Motril, donde el profesorado y los órganos rectores de la Universidad, pudimos comprobar, cara a cara con los alumnos, los resultados obtenidos. Estos encuentros fueron de suma utilidad para el profesorado para detectar deficiencias y necesidad de mejoras en el material escrito, así como en la adecuación de las pruebas presenciales a los recursos puestos a disposición de los alumnos.
En mi opinión, el éxito del sistema diseñado por el Dr. Sarramona, fue total y nadie lo discutió. Las quejas, de tono muy bajo, provenían casi exclusivamente de las dificultades de comunicación y el retraso en la recepción, no de los materiales, sino de las calificaciones de las pruebas de evaluación a distancia
Desde luego, el esfuerzo de los profesores redactores, después o simultáneamente responsables de la docencia, fue digno de mención. Es necesario tener en cuenta la inexperiencia en esta modalidad educativa que llevaba a considerarnos, al igual que los primeros alumnos, como auténticos conejillos de indias en un experimento hasta ahora desconocido en el ámbito de la enseñanza universitaria. La idea de hacer llegar la enseñanza universitaria a quien, por razones económicas, laborales, geográficas o de otra naturaleza no podía acceder a ella, era una idea de justicia social inapelable; el incluirla en la agenda política e incorporarla a la ley, era un paso de gigante, pero insuficiente. Faltaba la ejecución, el llevar a la práctica dicha idea, con todos obstáculos, incomprensiones e, incluso, oposiciones frontales y zancadillas; y ello fue posible gracias a colaboraciones inestimables, como la del Sr. Sarramona que, entre otros muchos posibles, diseñó un sistema que facilitó una exitosa puesta en práctica; diseño que, pasados 40 años e incorporadas las nuevas tecnologías, aún puede rastrearse en el sistema UNED el planteamiento inicial del Sr. Sarramona. Tengo la certeza, demostrada por la experiencia, de que un proyecto puede ser impecable en sus postulados, en su lógica interna y en la adecuación de los medios propuestos a los objetivos deseados y, sin embargo, fallar en su realización. Pero el proyecto Sarramona, sometido a la realidad de su ejecución por un grupo de profesores inexpertos en la enseñanza universitaria a distancia, demostró con creces su valor. Esto constituye su enorme mérito que lo hace merecedor del reconocimiento de ésta, su Facultad de Educación y, tenga la seguridad, de toda la UNED conocedora de su aportación técnica fundamental en el momento de su implantación y desarrollo inicial. Mi humilde homenaje como redactor de Unidades Didácticas en el curso académico 1973, primero de la UNED. Muchas gracias.
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